"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Sábado por la mañana

Sábado por la mañana… El sol deliciosamente tibio, me cubría. Me sentía muy cómoda, mientras el aroma mañanero de la plaza me impregnaba. - -¡Yo no fui!… ¡yo no fui! ¡mamá! - El niño, venía hacia mí corriendo desesperado. -¿Eh? ¿Qué pasa? -¡Yo no tengo la culpa! ¡Por favor, mamá! ¡Ayudame! ¡Yo no fui! - - -¿Porqué gritás así? ¿Qué pasó Alvarito? Entre los boscosos conjuntos de la arboleda del cantero central, se percibía un movimiento. Un hombre se acercaba casi corriendo. El rostro descompuesto de Alvarito, me asustó. -¡Pendejo de porquería! ¡Tendría que haberte matado! -Vociferaba el individuo, que se acercaba con gesto demasiado severo. Mientras me incorporaba le pregunté: -¿Sucedió algo con mi hijo señor? - -¡Qué si sucedió, casi lo piso! ¡Apareció detrás de la pelota! ¡Cayó casi debajo de mi auto! ¡Por Dios! - Las piernas me temblaban. -No puede ser, señor… mi hijo, jugaba aquí con esos autitos… al lado del cantero, con esos chicos. - Mientras hablaba, señalaba hacia un lateral de la plaza, pero mis ojos buscaban en vano. -¡No se de qué chicos me habla usted! pero si ese es su hijo… ¡Cuídelo más! ¡No lo maté de pedo! ¡Y después la culpa, es de uno! Claaaro, después la tele dice que uno anda borracho ¡Y son los padres inconscientes como usted que no cuidan a sus mocosos! - Mientras el hombre agitaba sus brazos con violencia, y sus pies desgastaban las baldosas del lugar, Alvarito se escondía detrás de mi camperón grueso. -Bueno, lo siento señor. Gracias a Dios, no sucedió nada… no le pasó nada al niño. Pero mientras pronunciaba estas palabras, sentía tener puesto un piloto automático, no reaccionaba normalmente. Tuve que volver a sentarme en el banco de la plaza. Un sudor viscoso me corría por la frente, sintiendo un suave temblor y sensación de miedo. - El hombre, giró media vuelta, y se fue refunfuñando. -¡Mamá… yo no fui! -Quedate tranquilo Alvarito, no te voy a pegar. No tendrías que haberte alejado hacia la calle, te dije que te quedaras a mi lado en este cantero… -¿Y los chicos que jugaban con vos? ¿Dónde se fueron? -No habían chicos… ¿De qué chicos hablás, mamá? -¡Ay, Alvarito!… Yo me recosté en este banco mientras jugabas en ese cantero con dos chicos, uno más altito y rubión, y otro de camisa verde… morochito. Jugaban con esos autitos. ¿Dónde se fueron? - - -Mamá, no te entiendo. ¿Qué pasa? Ese señor cree que yo me crucé la calle y dice que casi me atropelló, y vos decís que yo jugaba con unos chicos. ¡Nunca jugué con ningún chico! ¡Estuve solito aquí todo el tiempo, mientras vos leías esa revista! ¡Nunca me fui a la calle! - Alvarito gritaba sus palabras, mientras las lágrimas le inundaban la carita. Su mirada de angustia infantil, oprimió el alma abarrotada en mi cuerpo. - Abracé al niño quien pequeñito, trepó sobre mis piernas, cubriéndolo con mi camperón. - Ese sábado el sol estaba muy tibio… La mañana de la plaza, estaba muy encantadora. La fuente cercana murmuraba sus gorgoteos, y los pajarillos, se arremolinaban sobre los arbustos asoleados. - El rumor ciudadano, acunó nuestra somnolencia. -Señora, señora ¿se siente bien? - El placero me inquirió, con gesto preocupado. Continuó: -Lleva varias horas, desde la mañana en ese banco. Ya hace frío ¿se siente bien? Tengo que retirarme y usted ha estado sentada en esta plaza… ¡Todo el día! - -¿Qué hora es? -Pregunté. -¡Ya es la hora de irme, señora! Y usted, debería ¡hacer lo mismo! ¡Son las ocho de la noche! ¡Hace un frío de diablos! -¿Y la mañana?… ¿Dónde quedó la mañana del sábado? ¿Dónde está mi niño?-¿De qué niño habla señora? Hoy todavía es el sábado… Esta mañana fue sábado por la mañana. ¡Ya es la noche! Ya veo… ¡llamaré al 911! ¡Usted debe tener algún problema! -No, no ¡Por favor! Ya me voy. Hice un esfuerzo para levantarme, y al incorporarme sentía mis piernas muy entumecidas. - El sol mañanero ya no calentaba más. Los macizos de arbustos y los plantines, estaban ahora muy descoloridos. El horizonte mortecino, muy debilitado y frío me esperaba más allá de la calzada. - Esto era la realidad irremediable; y no quería darme cuenta. Sonó mi celular: -Hola… ¿Betty? ¿Dónde has estado todo el día, corazón? La voz cálida de mi hermana parecía lejana… como de otro mundo. Continuó, algo más enérgica: -Luego del cementerio, te nos desapareciste. No contestaste el celular en todo el día. ¡Nos tenías preocupados… ya casi llamábamos a la policía! Su voz ya no era mas cálida, ni suave, ni lejana. Sus gritos me obligaron a alejar el aparato de mi oído. -Comprendo… Estuve… estuve con Alvarito. - La mañana tibia del sábado… había quedado ya, demasiado lejos. RENÉE ESCAPE- 2012-

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